Hoy hacemos una de las visitas estrella: La Gran Muralla China. Probamos el Hot Pot y nuestro restaurante favorito del viaje: Din Tai Fung, para terminar la noche en la calle de los fantasmas comiendo cangrejos extra picantes
Hoy madrugamos para una de las visitas estrella de este viaje, la Gran Muralla, catalogada como una de las 7 maravillas del mundo moderno (y la 3ª que tendremos la suerte de conocer después de Chichén Itzá en México y Taj Mahal en India).
Salimos del hotel a las 7:30, donde habíamos quedado con nuestra guía (habíamos contratado esta excursión con China Highlights), y tras hora y media de viaje en coche llegamos a la zona de aparcamiento de uno de los tramos visitables de la muralla (nosotros escogimos el de Mutianyu, ya que suele estar menos concurrido que el popular Badaling, eso sí, al tener más desniveles requiere algo más de desgaste físico). Desde el aparcamiento hasta la muralla toca subir, gran parte del trayecto se hace en autobús, un tramo andando que se hace algo durillo, y finalmente en teleférico (como habíamos madrugado no encontramos nada de cola, y parece que se suele generar bastante atasco aquí, con esperas de hasta 40 mins, por lo que recomendamos ir pronto), en total media hora hasta que nos encontramos finalmente andando sobre la muralla! Nos sorprendió el perfecto estado en el que se encuentra, obviamente resultado de las labores de restauración y mantenimiento. Dado el tiempo limitado de vista que nos habíamos dispuesto, teníamos que decidir si andar el tramo derecho o el izquierdo. La guía nos recomendó el izquierdo porque al final había mejores vistas, así que seguimos el consejo, a pesar de que se intuía a lo lejos un tramo final que parecía elevarse bastante. Tampoco sería tan duro no?
El tramo que teníamos que recorrer: hasta la primera torre de las empinadas escaleras que se ven al fondo (Mas allá de esa torre la muralla está cerrada a los turistas)
Con ese pensamiento arrancamos rumbo a las vistas, y casi todo el recorrido lo llevamos bien, pero es cierto que el último tramo es todo escaleras bastante empinadas que requieren hacer paradas cada diez escalones. Una vez arriba se cumplieron expectativas. Espectacular. Tras hora y media de caminata por la muralla, ida y vuelta, a las 11:00 estábamos bajando en el teleférico (y pudimos verificar la enorme cola que ya había para subir).
De regreso a Pekín (nos habíamos alejado casi 90 km), teníamos previsto aprovechar para parar casi a mitad de camino y visitar las tumbas de la dinastía Ming, donde se encuentran las tumbas de trece de sus dieciséis emperadores. De todas ellas nosotros visitamos la Tumba de Chang Ling. Si tienes tiempo y te pilla de paso, bien, pero si no, el recinto no tiene nada imprescindible. Al salir compramos en uno de los puestecillos de fruta un par de melocotones rosas que tantas veces ya habíamos visto, y además de refrescarnos estaban riquísimos! Diferentes a los que tenemos en España.
Ya en Pekín, a eso de las 15:00, decidimos comer en el restaurante Donglaishun (en el centro comercial APM de la calle Wangfujing), que nos había recomendado nuestra guía, especializado en el tradicional plato Hot Pot. El plato consiste en cocer tú mismo en agua hirviendo diferentes tipos de vegetales, carnes y pescados (todo en el mismo agua). La verdad es que nos pareció curioso pero no nos entusiasmó demasiado (como no sabíamos si fue por el restaurante o por el tipo de cocinado, decidiríamos volver a probar este plato más adelante durante el viaje en otro restaurante, pero la conclusión sería la misma), y tampoco resulta demasiado barato, fueron 194¥ y pedimos poca cantidad: un plato de carne, uno de setas y otro de col china.
Hot pot en el restaurante Donglaishun (Pekín, China)
De hecho, nos quedamos con hambre, así que según íbamos saliendo del centro comercial, nos encontramos con que la cadena taiwanesa Din Tai Fung (de la que habíamos leído buenas críticas durante la preparación del viaje) tenía un local en la planta inferior y decidimos entrar a pedir un par de platos para probarlo. Sin exagerar, esta cadena cocina los mejores dumplings que hemos comido nunca (de hecho repetiríamos otro par de veces en esta cadena durante el viaje, la segunda vez en Shanghai y la tercera en Hong Kong, donde además vimos que llegaron a mantener una estrella Michelín).
El mejor dumpling que hemos comido nunca, en el restaurante Din Tai Fung
Pedimos dumplings de pollo con kimchi y de cangrejo, arroz con gambas (impresionante) y de beber un zumo de naranja y un té frío con pomelo y miel (las bebidas al nivel de la comida). Todo por 207¥. Esto nos pareció barato teniendo en cuenta la calidad de lo que comimos, y el atento y amable servicio del restaurante.
Dumplings y arroz en el restaurante Din Tai Fung
Té frio té frío con pomelo y miel
Con la barriga llena, y con cierto cansancio acumulado de la paliza del día anterior y del paseo por la muralla de la mañana, volvemos al hotel a descansar algunas horas. Decidimos salir a cenar a la Calle de los Fantasmas (Gui Jie), famosa por su amplia oferta de restaurantes 24h (lo del nombre viene porque durante la dinastía Qing, el transporte de cadáveres para su entierro a las afueras de la ciudad pasaba por aquí, y acabó convirtiéndose en una zona de empresas mortuorias). Nos sorprendió mucho esta zona, no sólo por la cantidad de restaurantes, sino por la cantidad de gente que había esperando con su número sentada en banquetas en la calle. Es algo absolutamente exagerado que cuesta de creer si no lo ves: nosotros cogimos número en el primero que vimos, Huda Restaurant, y no dábamos crédito, nos dieron el 410 y había 248 mesas esperando delante de nosotros!!! Obviamente no nos quedamos esperando (cuando regresamos al hotel aproximadamente 2 horas después, aún quedaban más de 60 números por delante del que sería el nuestro), y continuamos andando en busca de otro con menos gente, pero que tampoco estuviera vacío (por aquello de fiarte de donde veas comer a la gente local). Al final nos dimos cuenta que ese primer restaurante con tanta gente esperando, tiene varios más en la misma calle, y todos ellos con mucha cola (por algo sería…), así que buscamos el que tuviera menos gente, Huda Restaurant (Guijie 2nd), y ahí que nos pusimos a esperar (de nuevo, tratando de entender la pronunciación de los números en chino según llamaban, porque inglés cero, y ese era el único de todos los locales que no tenía una pantalla avisando de los turnos). “Sólo” tuvimos que esperar 40 minutos… Estos restaurantes (y en general toda la zona) están especializados en cangrejos picantes “Ma Xiao”. Pedimos cangrejos y ancas de rana, los dos platos aparentemente con el mismo aderezo, un par de vieiras y una jarra de zumo. Como nos encanta el picante nos empezamos a relamer los labios para degustar la especialidad. Pues bien, nos resultó absolutamente imposible. No es que toleremos el picante, es que nos apasiona (y no sólo el picante de España, sino el que hemos probado en países como India, México, Tailandia, …), pero este plato pudo con nosotros. Alucinábamos con los comensales de las mesas de al lado cómo chupaban y devoraban los platos, cuando nosotros a duras penas mordíamos con los dientes la carne intentando no mojar la salsa para no perder más sensibilidad en los labios. La cuenta nos salió por 232¥.
Cangrejos picantes en el restaurante Huda
Ancas de rana picantes en el restaurante Huda
Sobre las 22:30 volvimos al metro rumbo al hotel, y siendo nuestra última noche en Pekín, antes de salir pretendimos devolver las tarjetas IC y recuperar la fianza, pero nos dijeron que sólo se podía hacer en el aeropuerto (lo que no sabíamos es que las taquillas del aeropuerto abrirían después de que embarcásemos en el avión rumbo Datong…).
Cambiamos los planes debido al tifón y visitamos la Ciudad Prohibida, la calle Nan Luo Gu Xiang, el templo de los Lamas y la zona del lago Houhai para terminar el día cenando en el famoso mercado nocturno de Wangfujing
Hoy teníamos prevista la excursión con China Highlights a la Gran Muralla, pero nuestra persona de contacto en la agencia nos advirtió el día anterior que se aproximaba un tifón a Pekín y que la muralla se encontraba cerrada porque parece ser que “puede resultar peligroso” con intensa lluvia. Así que acordamos retrasar la excursión y tras reorganizar nuestra agenda (incluida la cancelación de las entradas que teníamos reservadas por internet para el día siguiente a la Ciudad Prohibida, puesto que lo adelantaríamos a hoy), salimos del hotel sobre las 8:30 con las pilas cargadas (hoy iba a tocar caminar bastante)… y la mitad del día con el paraguas!
La primera parada sería la Plaza de Tiananmen, la segunda plaza más grande del mundo y escenario de hechos históricos como la proclamación de la República Popular de China por Mao Zedong en 1949 y la violenta represión a la revuelta estudiantil contra ese régimen 50 años después. Llegamos antes de las 9:00 y ya había muchísima gente. Para acceder a ella hay controles de seguridad que piden incluso pasaportes. Esto no lo habíamos anticipado y los habíamos dejado en la caja fuerte del hotel, pero afortunadamente llevábamos una foto de los mismos en el móvil, y pareció suficiente.
Ya dentro de la plaza, nos fuimos acercando hasta el centro de la misma, donde acababa la cola (de turistas/peregrinos chinos) para entrar a la tumba de Mao. A primera vista no parecía una cola demasiado larga y parecía avanzar rápido. Lo segundo podía ser cierto, pero según íbamos avanzando por uno de los laterales del edificio comprobamos que la cola realmente lo bordeaba, así que si en algún momento se nos ocurrió entrar a visitarlo, inmediatamente se disipó esa idea. Hay que decir que, como era de esperar por el anuncio de tifón, estaba lloviendo muchísimo, pero no parecía amedrentar a los locales deseosos de, por tributo o curiosidad, ver el cuerpo embalsamado del líder de la revolución comunista.
Parte de la cola de entrada al mausoleo de Mao Zedong en la plaza Tianmen
Frente a la Plaza se encuentra la entrada sur del Palacio Imperial, al que accedimos a través de la llamada Puerta de la Paz Celestial (o Puerta de Tiananmen), vigilada por un enorme retrato de Mao en homenaje al discurso de proclamación de la República que pronunció desde ella. Las dimensiones y las restricciones de acceso (reservado sólo a la familia imperial hasta comienzos del S.XX) de este recinto bien le merecen el nombre de “Ciudad Prohibida”. La verdad es que con el cambio de planes por el tifón, al no haber podido sacar las entradas por internet con anticipación para este día y por los comentarios que habíamos leído previamente, temíamos encontrarnos largas colas en las taquillas pero afortunadamente no fue así. Aquí también nos pidieron pasaporte, pero de nuevo con la foto que llevábamos en el móvil fue suficiente. Cogimos dos audioguías por 50¥ cada una (aquí no requerían fianza como en el Palacio de Verano, pero igualmente no funcionaban del todo bien).
Audioguía con localización automática en el Palacio Imperial
A pesar de la lluvia y la aglomeración de turistas (casi todo chinos), pudimos disfrutar la visita de una sucesión de puertas, plazas y salones, cada cual más espectacular, y tras algo menos de dos horas, salimos por la puerta norte dispuestos a subir la Colina del Carbón (Parque Jingshan) situada justo enfrente. Hay distintos itinerarios bien señalizados en el parque para el ascenso. Nosotros optamos por el más recto y, por lo tanto, más empinado, a través de unas escaleras rodeadas de vegetación, pero no resultó demasiado duro (eso sí, ojo a los mosquitos) y las vistas panorámicas desde arriba de la Ciudad Prohibida merecen la pena.
Vistas al Palacio Imperial desde el Parque Jingshan
Bajamos de la colina por un camino distinto para salir por la puerta este e ir rodeando el parque hacia el norte y parar a comer en el restaurante Man fu Lou (bastante bien valorado según tripadvisor), pero lamentablemente le encontramos cerrado. No nos dio la impresión que fuese por el día/hora, sino que parece llevar bastante tiempo cerrado y, consultando posteriormente tripadvisor (donde aun figura como abierto), podría ser así porque los últimos comentarios son de 2017.
Así que con el estómago vacío continuamos andando hasta la siguiente parada: la calle Nan Luo Gu Xiang, un hutong renovado repleto de tiendas. La verdad es que no nos pareció que tuviese demasiado encanto, y tampoco había demasiada oferta de restaurantes, así que finalmente improvisamos y acabamos entrando en uno especializado en noodles sobre las 13:00. Nos dejamos recomendar por el que parecía el responsable del establecimiento, y además de unos noodles pedimos un pescado (tilapia), un batido de coco y una cerveza, todo por 105Y. Nos gustó bastante. El pescado aliñado con las típicas guindillas que encontramos en muchos sitios durante el viaje, super picante, y el batido con las gelatinas en el fondo y galletitas por encima.
Noodles y Tilapia en un restaurante de la calle Nan Luo Gu Xiang
Salimos callejeando por los hutongs de la zona y, aunque acabábamos de comer, teníamos una parada obligada prevista en la cervecería Great Leap. Tienen una carta de cervezas artesanas muy amplia, nosotros pedimos un par de pintas que nos gustaron bastante que nos costaron 75¥ (algo caro para ser Pekín, pero este local parece orientado para clientela más internacional).
Continuamos la jornada cogiendo el metro rumbo al Templo de los Lamas, que no nos dio tiempo a visitar el día anterior. Llegamos sobre las 15:30 y tardamos menos de 1h en visitarlo. Se considera el templo budista tibetano más importante que existe fuera del Tíbet, y nos gustó bastante.
Al salir teníamos que coger el metro en la misma parada para volver a la zona de los hutongs donde habíamos comido para visitar las Torres del Tambor y la Campana pero, ya que estábamos enfrente a la calle Guozijian, de la que habíamos leído ser “una de las mejores calles antiguas en Beijing” y en la que se encuentra la entrada del Templo de Confucio (al que no pensábamos entrar porque parece decepcionar a los visitantes, según habíamos leído), decidimos recorrerla y coger una parada de metro más lejana. La verdad es que vimos calles con muchísimo más encanto y, además de suponernos una caminata que empezaba a hacer mella en las fuerzas, nos llevó demasiado tiempo de forma que no pudimos llegar a tiempo (llegamos justo a las 17:00) para entrar y subir a lo alto de la Torre del Tambor, como nos habría gustado. Nos conformamos con las vistas desde abajo, y nos dirigimos inmediatamente a la zona del Lago Houhai. Así como el día anterior vimos que Sanlitun era la zona de fiesta de los occidentales expatriados, Houhai está reservado para los locales. Aunque era relativamente pronto, resultaba muy curioso ver junto al lago la hilera de bares de música en directo / karaokes con las puertas abiertas y los altavoces con un volumen altísimo, tanto que decidimos ni siquiera entrar y sentarnos a tomar algo. También es cierto que tras la caminata del día estábamos muy cansados, y los calcetines y zapatillas aún estaban empapados de la lluvia, así que decidimos volver al hotel.
Tras una ducha y descansar un poco, salimos del hotel con idea de cenar en el mercado nocturno de Wangfujing. Aunque habíamos leído que los puestos de insectos habían sido cerrados por la administración por motivos de salubridad, la verdad es que sigue habiendo varios que venden escorpiones, grillos, gusanos, y hasta estrellas de mar. Muchos de los insectos ensartados vivos que cocinan a la plancha a modo de pincho moruno. Pese a que no hay ningún cartel en inglés, y tampoco parecen hablarlo los tenderos, da la impresión que este tipo de “aperitivo” está más destinado a los turistas extranjeros que buscan “la foto” que a satisfacer los gustos locales, así que como solemos hacer, nos fijamos en los puestos aparentemente más demandados por los locales y fuimos probando: albóndigas en salsa, tortilla de cebolla, pinchos de cordero y cerdo,… Nos apasiona la comida callejera, y no solemos hacer ascos a nada, pero nada de lo comimos en este mercado nos sorprendió.
Cena en el mercado nocturno de Wangfujing
Salimos del mercado sobre las 22:00 (aún quedaba gente), y regresamos al hotel rumbo a la cama, no sin antes parar a tomar una copa en el bar del hotel (aprovechando que aún estaba abierto, ya que cerraban demasiado pronto: a las 22:30) para despedir un día agotador.
Pasamos la mañana visitando el palacio de verano de Pekín, comemos nuestros primeros dumplings, terminamos la tarde en el moderno barrio de Sanlitun y cenamos el famoso Pato Pekinés
Arrancamos la jornada algo más tarde de lo que teníamos previsto, pero el cansancio del viaje del día anterior aún se notaba y preferimos dormir algo más para comenzar las visitas del día con las pilas bien cargadas. Salimos del hotel pasadas las 10 de la mañana rumbo al Palacio de Verano, que se encuentra situado al noroeste de la capital, a unos 15 km del centro histórico, por lo que el trayecto en metro requiere algo más de 1 hora. Antes de entrar, como el sol ya calentaba bastante, decidimos probar lo que parecía ser la bebida preferida de los locales: yogurt líquido en vasos de cerámica.
Yogur líquido en el palacio de verano
Al llegar a las taquillas nos encontramos con bastante cola (el intensivo turismo interior fue una constante durante todo el viaje), por lo que tocó esperar para comprar las entradas. Hay dos tipos de entradas, Entrance Ticket (30¥) y Through Ticket (60¥). La segunda permite acceder a todos los monumentos (entre ellos la imprescindible pagoda) dentro del recinto, por lo que fue la que cogimos. Además cogimos un par de audioguías (40¥ + 50¥ de fianza) en español, que van detectando tu posición para activar automáticamente el audio de cada punto de interés. El sistema está bien ideado (lo encontramos en varios de los monumentos más importantes de la capital), pero hay que decir que no funcionaba del todo bien.
Este palacio imperial cuenta con diferentes accesos y nosotros decidimos entrar por la puerta norte porque suponíamos que al encontrarse precisamente sobre la colina, el itinerario resultaría más cómodo bajando hacia el lago. Esto en gran parte fue así, pero incluso haciendo la visita en este sentido, lo que no pudimos evitar (seguramente había alguna ruta alternativa que no encontramos) es la interminable hilera de escalones para subir hasta la Pagoda del Perfume Budista. Pero el esfuerzo bien mereció la pena porque las vistas son espectaculares!!
Vistas del Palacio de Verano desde la Pagoda del Perfume Budista
Siguiendo la galería cubierta que bordea el lago durante más de 700m, salimos del recinto por la puerta este después de 2 horas y media de visita.
Habíamos leído por internet que saliendo desde esta puerta rumbo a la estación de metro de Xiyuan, atravesabas una calle llena de tiendecitas en las que esperábamos encontrar algo para comer rápido, pero la verdad es que lo que podían ser esas tiendas se encontraban todas cerradas.
Serían ya cerca de las 15:00, por lo que ya era bastante tarde para comer (según sus horarios, claro), pero junto a la parada de Xiyuan encontramos una zona de restaurantes abiertos de comida rápida, entre los que cuales decidimos probar los dumplings de la cadena Xi Jia De. Estaban ricos, pero más adelante encontraríamos varios sitios que los servían mucho mejores (de hecho, en esta cadena no volvimos a repetir en todo el viaje, mientras que en otras sí que lo hicimos). Otra de las cosas que aprendimos es que los platos suelen ser muy abundantes. Aquí pedimos varios platos (dos de dumplings, uno de arroz y otro de pescado) y con bebidas salió todo por 123¥, y no pudimos ni terminarlo…
Dos platos de dumplings y uno de pescado en Xi Jia De
Carta del restaurante Xi Jia De
Después de comer teníamos planificado visitar el Templo de los Lamas, pero teniendo en cuenta que cierra a las 16:30, decidimos posponerlo para otro día, y volvimos al metro para dirigirnos directamente a la zona de Sanlitun. Se trata de un “oasis” de ocio para expatriados occidentales (de hecho varias embajadas, entre ellas la española, se concentran en los alrededores), con un centro comercial de marcas internacionales y una hilera de bares de copas, con muy poco encanto desde nuestro punto de vista, por lo que nos resultó completamente prescindible y simplemente acabamos tomando algo en una franquicia de cafeterías. La verdad es que estuvimos esperando a que cayese el día porque habíamos leído que en ese momento las calle se inunda de puestos móviles de comida, pero no sabemos si por falta de paciencia o porque directamente no era el día/lugar correcto, no llegamos a ver ninguno así que decidimos volver al hotel.
Tras descansar un poco, salimos a cenar para degustar uno de los platos locales por excelencia: el pato pekinés. Escogimos hacerlo en el Siji Minfu, ya que habíamos leído muy buenas comentarios (nº 32 de 12.048 restaurantes en Pekín según Tripadvisor) y se encontraba a apenas 15 mins andando del hotel. Nada más llegar a la puerta nos encontramos con una escena curiosa que se repetiría a lo largo del viaje en varios restaurantes y que acabaríamos interpretando como indicador de buen lugar para comer. Y es que lo que encontramos fue que había mucha gente esperando en la calle, sentada en banquetas que repartía el propio restaurante. Así que nos acercamos a la puerta, cogimos nuestro número, y a esperar mientras tratábamos de entender el turno que se iba anunciando por altavoz (en perfecto chino por supuesto, porque inglés poco). Tras algo más de media hora de espera, comenzamos a cenar sobre las 21:30, a lo que habría que sumar algo más de 1 hora de espera por el tiempo de cocina del pato. Pero mereció la pena porque estaba impresionante, quizás a alguien le puede parecer algo grasienta la capa de piel, pero desde luego el intenso sabor y la jugosidad de la carne era excepcional. A demás del medio pato pedimos unos gambones, bastante buenos pero incómodos de comer porque están sin pelar, y 2 cervezas y nos salió todo por 258¥.
Gambones agridulces en Siji Minfu
Pato Pekinés con tortillas en Siji Minfu
Al salir de cenar no serían aún las 23:00 de la noche, así que decidimos dar un paseo por la calle de Wangfujing antes de regresar al hotel, e incluso asomarnos al snack street (aunque teníamos intención de cenar otro día puesto que está repleto de puestos de comida callejera), pero a esa hora estaba ya todo cerrado, así que sin mucho más volvimos al hotel. Eso sí, como nos faltaba el postre, paramos a comprar un par de los que parecían ser los típicos dulces (nada del otro mundo) en una de las pocas tiendas que aún se encontraban abiertas.
Volamos de Madrid a Pekin haciendo escala en Moscú y por la tarde visitamos el Templo del Cielo y la zona de hutongs de Dashilan
Hemos cogido el vuelo de Madrid a Pekín con aeroflot haciendo una pequeña escala de 1,5 horas en Moscú. El primer avión de Madrid a Moscú es pequeño y no tiene pantallas en los asientos, así que tienes que llevarte el entretenimiento preparado de casa. Al final el vuelo llegó a Moscú con 45 minutos de retraso, y teniendo en cuenta que nuestra escala era de 1:30 h nos tocó correr un poco en los controles que hay que cruzar hasta llegar a la puerta de embarque hacia Pekin. Después de llegar a la puerta de embarque resulta que el vuelo sale de Moscú con 1h de retraso… la parte positiva es que justo al lado hay un bar con enchufes para cargar los móviles así que pedimos un par de cervezas y esperamos allí una hora.
Al final llegamos a Pekín con 1h de retraso: punto negativo para aeroflot, pero lo peor es que nuestras maletas no salen por la cinta: otro punto muy negativo para aeroflot… Según comentaron, el avión iba demasiado lleno y nuestras maletas no cabían así que se quedaron en Moscú esperando al siguiente vuelo que salía esa misma tarde. Había unas 10 personas en la misma situación, así que nos tocó esperar otra lenta cola para rellenar el formulario… La buena noticia es que al día siguiente por la tarde nos enviarán las maletas directamente a nuestro hotel en Pekín, y la mala noticia es que nos toca estar un día entero sin maleta 😢.
Después de salir del aeropuerto 2 horas más tarde de lo planeado nos dirigimos al Airport Express. Para realizar el pago no aceptan tarjeta, pero cerca de la entrada hay un cajero ATM así que sacamos dinero. El Airport Express cuesta 25¥ cada billete y en las máquinas automáticas no permiten pagar con billetes de 100¥ (que son los billetes que te da el cajero) así que hay que pagarlo en la ventanilla, a esperar otra cola…
Aproximadamente a las 13:00 por fin montamos en el AirPort express. Te puedes bajar en la estación de Sanyuanqiao o en la de Dongzhimen y en cualquiera de ellas coger un billete de metro hasta tu destino. Nosotros bajamos en Dongzhimen y en la estación de metro fuimos a la taquilla a coger dos IC Card (también podíamos haberlas cogido en la estación de airport express del aeropuerto). Cada tarjeta cuesta 20¥ de depósito y otros 20¥ mínimo de recarga (puedes volver a recargar más cuando lo necesites), así que en total cuesta 40¥ cada una aunque luego te devuelven 20¥ cuando devuelves la tarjeta. En Pekín es casi imprescindible coger las IC Card si quieres ahorrarte colas innecesarias en las taquillas si no tienes dinero suelto, y es super cómodo porque entras directamente por el torno y pasas la tarjeta por el lector y al salir vuelves a pasarla y automáticamente te resta el importe según el trayecto que hayas realizado.
Nuestro hotel es el Park Plaza Beijing Wangfujing (101€ la noche) y para rematar la mañana de mala suerte la ubicación del hotel en google maps es incorrecta así que tuvimos que dar varias vueltas hasta que lo conseguimos localizar (En nuestro mapa de Pekín al final del post hemos indicado la localización correcta). Todo tiene su lado bueno, y es que el hotel está mucho mas cerca de la estación de metro de lo que pensábamos así que nos viene genial para pasar estos 4 días en Pekín.
Y por fin a las 15:20 salimos hacia el Templo del Cielo. Lo que mas nos gustó fue nada mas entrar ver a tantísima gente local congregada la tarde del domingo jugando a las cartas y al xiàngqí (Un juego de mesa chino similar al ajedrez) alrededor del “Long Corridor“, un largo pasillo de madera que llega hasta el Salón de la Oración por la Buena Cosecha.
Tarde de domingo en el Templo del Cielo
El complejo es bastante grande y pasamos allí casi 2 horas, haciendo una parada para comer en uno de los chiringuitos con aire acondicionado que vimos allí dentro. Pedimos un plato de pollo al curry, malísimo como era de esperar, y 2 cervezas.
Salimos de nuevo por la puerta este del parque y cogimos el metro hasta llegar a la zona de hutongs cercanos a la calle Qianmen. Cruzamos por el Hutong Dajiang que en la parte sur no tenía otra cosa mas que casas en obras y decenas de obreros por todas partes y en la parte norte ya lo han restaurado y convertido en una turistada pero aún sin tiendas abiertas. Así que ahora mismo este hutong no tiene nada de encanto.
Llegamos a la calle Qianmen, una calle peatonal muy turística y llena de tiendas pero bastante agradable, e hicimos una parada en el KFC. Con el jet lag ya no sabemos si estamos comiendo, cenando o incluso desayunando… Pedimos unas piezas de pechuga de pollo picante, muy buenos con un toque especiado diferente al que estamos acustumbrados. Desde Qianmen giramos por la calle Dashilan, y nos sorprendió gratamente esta zona porque a esas horas había bastante ambiente, unas cuentas tiendas de ropa y varios restaurantes y puestos callejeros para cenar.
Calle Dashilan
Allí pedimos unos rollitos del típico Pato Pekinés, que estaban bastante buenos
Puesto de comida callejera en Dashilan: Rollitos de Pato Pekinés y dumplings
Volvimos dirección a la plaza Qianmen para coger el metro y de vuelta al hotel.
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