A las 8 de la mañana despega nuestro avión hacia Jiva, y hay que llegar al aeropuerto con bastante antelación, así que nos toca madrugar. A las 11 de la mañana ya estábamos en Jiva preparados para empezar las visitas. Fuimos caminando por fuera de la muralla hasta llegar a la puerta principal, la entrada oeste. Visitamos la Madrassa Mohamed Amir Khan, que actualmente es un hotel con un bonito patio, con el famoso minarete Kalta Minor en su entrada, y la mezquita Juma, sencilla a la par que bonita con sus 200 columnas de madera. Hoy la comida la hacemos en el restaurante “Cafe Zarafshon” situado al lado de la mezquita Islam Kodja. El lugar tiene su encanto, y la comida estaba buena, aunque tampoco espectacular.
Tenemos la tarde libre, así que volvemos al hotel a descansar mientras el sol pega fuerte, y por la tarde salimos a dar un paseo por esta preciosa ciudad. Merece la pena pasear por todas sus calles, admirando cada rincón más bonito que el anterior, y mucho mejor a última hora de la tarde que es cuando guardan los chiringuitos de recuerdos para los turistas y se muestra la ciudad tal y como es.
Llegamos a las 7 de la mañana al hotel, Wyndham tashkent, descansamos un poco, y salimos sobre las 10 hacia el Valle de Fergana en una caravana de coches, ya que nos comentaron que es mas seguro que ir en autobús. Como a la vuelta de Fergana pasamos noche en el mismo hotel, nos guardaron las maletas para no tener que ir cargados con ellas, y llevamos a Fergana las cosas justas para pasar una noche.
Para que pudiéramos descansar después de todo lo ocurrido el día anterior, salimos mas tarde de lo que estaba previsto, así que la comida tampoco la hicimos donde estaba planeado (una casa-taller), y en su lugar lo hicimos en un restaurante local que estaba de camino por la carretera, Angren Land.
Este año hemos decidido visitar Uzbekistán, y hemos escogido hacer “La ruta de Samarcanda II” (la mas completa, 15 días) con Catai, un viaje en grupo organizado en el que están incluidas visitas, hoteles y todas las comidas.
El vuelo lo hacemos con Turkish Airlines haciendo una escala de 6 horas en Estambul. El vuelo Madrid-Estambul la verdad es que estuvo muy bien, la comida bastante buena y la pantalla de entretenimiento muy completa con un montón de películas en castellano. Llegamos sobre las 17:30 a Estambul, y el aeropuerto es bastante grande así que pasamos unas 5 horas por allí tomando alguna cerveza y cenando en uno de los muchos bares y restaurantes que hay por allí. Dos semanas antes de ir nosotros, en ese mismo aeropuerto hubo un atentado suicida que causó 41 muertos y 239 heridos, así que por exceso de precaución evitamos pasar cerca de los controles de seguridad al exterior (donde fue el atentado).
Sobre las 23:00 comenzamos a embarcar y con el avión completo a punto de despegar, el piloto nos dice por la megafonía que por cuestiones de seguridad tenemos que bajarnos del avión. No nos dieron ninguna explicación, simplemente que nos quedáramos en la puerta de embarque hasta que nos avisaran (… nunca nos avisaron).
Último día… :(. Aún nos queda una visita, los túneles de Cu Chi. Durante el camino la guía nos contó un montón de historias sobre la guerra y sobre los túneles muy interesantes. Al llegar te ponen un vídeo explicativo en castellano, claramente partidista y por ello muy curioso de ver (nos meábamos de risa cada vez que hablaban de los “yanquis fantoches”). Dimos un paseo por la zona, viendo túneles, entradas escondidas, y todo lo que tienen allí preparado, y escuchando las historias que nos contaba la guía sobre las trampas y los trucos de los vietnamitas para engañar a los americanos. Muy interesante la verdad, principalmente por todas las explicaciones de la guía (si hubiésemos ido por nuestra cuenta habría perdido toda la gracia).
Personal del parque explicando como entraban los soldados en los túneles
Por la mañana salimos hacia el mercado flotante de Cai Rang. Nos gustó bastante y nos sorprendió que no fuera nada turístico.
Pequeñas barcas en el mercado de Cai Rang
Después del mercado flotante visitamos el mercado “en tierra”, donde compramos algunas frutas, y volvimos de nuevo al coche de regreso a Ho Chi Minh.
Por el camino paramos en un lugar típico de turistas. Era restaurante, tienda, y unos bonitos jardines muy bien cuidados. La guía y el chofer comieron allí, pero nosotros decidimos comer un Banh Bao (una especie de bollo de pan al vapor relleno de carne y huevo cocido) que estaba bastante bueno y esperar a llegar a Ho Chi Minh para comer algo más por allí.
Por la mañana salimos en coche hacia el Delta del Mekong. Nos guardaron la maleta en el hotel de Saigón y fuimos al Mekong simplemente con una mochila con ropa para una sola moche.
El viaje es bastante largo, pero con un par de siestas se pasa rápido. Primero montamos en una barca a motor y por los canales visitamos una fábrica de ladrillos y un lugar donde hacían caramelos de coco y te daban un té y unas frutas muy ricas (aquí compramos varias cosas para llevarnos que cuando las probamos en casa estaban malísimas).
Fabrica artesanal de caramelos de coco en Delta del Mekong
A las 6:30 de la mañana nos recoge el chófer para ir al aeropuerto. Llegamos a Saigón por la mañana y visitamos la catedral, la oficina de correos, y la ópera. Allí mismo cogemos dos entradas para ver una actuación esa misma tarde. Saigón (Al menos el centro) no tiene nada que ver con el resto de Vietnam, nos llamó mucho la atención porque es una ciudad moderna, con edificios altos, tiendas de ropa de marca, e incluso se veía que la gente vestía diferente.
Tienda de Versace en Saigón
Después de la visita vamos al hotel Novotel, bonito y moderno (típico Novotel) aunque un poco alejado del centro.
Hoy visitamos las afueras de Hue, así que por la mañana nos dirigimos en coche al mausoleo de Minh Mang, después al mausoleo de Khai Dinh, y por último a la pagoda Thien Mu, para desde ahí coger un barco por el río del perfume de vuelta a Hue. Los templos muy bonitos, merece la pena visitarlos, pero el barco no tiene absolutamente nada de especial, aunque al menos no vuelves en coche…
Llegamos a Hue sobre las 2 y fuimos a comer a un lotteria, un restaurante de comida “rápida” (estuvimos como media hora esperando a que trajeran el pedido) parecido al kfc que vimos mucho por allí.
Ya que estábamos al lado del mercado de Dong Ba, decidimos dar una vuelta por allí (aunque ya habíamos visitado el día anterior) para hacer algunas compras y ver el mercado más relajadamente.
Hemos quedado con el guía a las 9:30, así que salimos un poco antes, a las 8:45, para ver el mercado de Hoi An por la mañana (que es cuando mas animado está). El mercado está muy bien, está dividido en varias zonas, comida, carnes, pescados, frutas… y ves como están todas las mujeres vietnamitas haciendo su compra del día. Compramos unos longan, unas frutas parecidas a los lichis muy ricas y fáciles de comer.
Puesto de fruta en el mercado de Hoi An. Los longan son los que aparecen abajo a la izquierda, del tamaño de uvas con cascara marrón.
Sobre las 9:40 salimos en coche de camino a Hue. Paramos en un lugar donde fabrican figuras de mármol (nos pareció todo carísimo, por una figurita de unos 4cm nos pedían 40 dólares), y después en lo más alto de la montaña, donde a demás de las vistas a la bahía había unos búnkers de la guerra.
Hoy habíamos decidido hacer la visita a My Son, y para llegar allí son mas o menos unas 2 horas de camino. Las ruinas son bonitas (si lo comparamos con otros templos hinduistas de la India o de Camboya no tiene nada que hacer…), pequeñitas, y había bastante gente. La verdad es que da mucha pena pensar que están destruidas por las bombas que tiraron los americanos hace apenas 30 años… De hecho aún se ven los agujeros de las bombas.
Junto con las ruinas te muestran un espectáculo de música y danza que no está mal y que no se nos hizo demasiado largo.
De vuelta a Hoi An nos dejó el guía en el hotel y decidimos ir a ver la playa de An Bang y comer en Lucky Beach (número 3 en Tripadvisor cuando lo vimos), así que pedimos un taxi en el hotel para que nos lleve al restaurante (95.000 VND con taxímetro, casi 4€). Menos mal que dijimos al taxista el restaurante, porque la playa es tan grande que no se si hubiéramos conseguido encontrarle si no nos llega a dejar en la puerta. Nada más llegar la chica del restaurante, muy maja, nos acompaña hasta la playa y nos indica dos hamacas con sombrilla y mesita donde podemos tumbarnos gratuitamente (imaginamos que a condición de que luego comas en el restaurante, claro), así que nos relajamos con dos cervecitas a disfrutar de las increíbles vistas.
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