El director de películas de culto como “Requiem for a dream” (2000, EEUU) o “Mother!” (2017, EEUU), Darren Aronofsky, presentaba, esta vez como productor, “Pacified”, film a concurso en la Sección Oficial de la 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián y dirigido por su amigo Paxton Winters. Aronosfky compartía dónde se conocieron: “estaba en el festival de cine de Estambul en el 2001 con “Requiem for a dream”, y allí había un americano de ojos azules y pelo rubio que se relacionaba con todo el mundo y hablaba en turco. Era Paxton, un periodista y realizador de documentales que llevaba 18 años en Turquía. Allí surgió nuestra amistad”.
Después de aquel primer encuentro, Winters se mudó a Brasil, aprendió portugués y, por razones del destino, acabó integrándose en una de las favelas de Río de Janeiro. “Yo no tenía ninguna intención de entrar en las favelas. Era poco antes del mundial de fútbol y los alquileres habían subido muchísimo, así que pensé en regresar a casa, pero Joseph y Wellington (los guionistas de la película) me invitaron a entrar en la comunidad de la favela. Inicialmente les dije que no, aquello era demasiado intenso para mí. Me daba miedo. Pero luego pensé que todo lo que había merecido la pena en mi vida había sido fruto de haberme enfrentado a mis miedos, así que decidí alojarme en la favela durante 6 meses hasta que bajasen los alquileres. En ese tiempo, la comunidad se abrió a mí, sentí que me abrazó, y esos 6 meses se convirtieron en 9 años porque no quería marcharme”. Para Aronofsky, “Paxton es un espíritu singular en este planeta. Es capaz de hacer amigos en cualquier sitio. Entró a vivir en las favelas y se convirtió en parte de esa comunidad”.
El proyecto comenzó a fraguarse 3 años después de que el director se instalase en la favela: “yo era un observador, me dedicaba a escuchar y a hacer muchas preguntas. Me empecé a sentir el canal para que aquellas historias pudiesen ser contadas”. En este sentido, el actor principal Bukassa Kabengele proclamaba: “esta película pone como protagonistas a personas que en Brasil están excluidas. Y cuando hablamos de favelas, hablamos de una comunidad eminentemente negra. Brasil es un país que por un lado tiene un 54% de la población negra (es el país con mayor población negra fuera del continente africano), y a la vez es un país extremadamente racista y excluyente. La mortalidad entre los jóvenes de esa población llega a cifras que asustan. Esas personas solo aparecen cuando se habla de criminalidad, lo que no siempre es verdad. La película ha tenido el coraje de entrar en una favela y no poner el foco en las armas. Lo que plantea por encima de todo son las relaciones humanas y sociales”.
Cuando hablamos de películas de favelas, todos pensamos en “Tropa de élite” (José Padilha, 2007, Brasil) o en la sobresaliente “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002, Brasil). Pero el guionista Wellington Magalhaes marcaba distancias: “normalmente las películas de favelas enseñan tiroteos. Nosotros queríamos una historia contada por personas que viven allí para personas que no viven allí. Eso es lo que hace diferente a la película. La película no es de Paxton ni de ninguno de nosotros, es de la comunidad que vive allí“. La productora Paula Linhares incidía también en que “¡va a ser el primer film en una favela contando la historia de una mujer!”.
Y aunque no fuese el foco de la película, lo cierto es que todo el equipo de la película coincidía en lo complicado, incontrolable y peligroso que había resultado el rodaje. Literalmente, se rodó en medio de tiroteos. Kabengele contaba: “me hospedé dentro de la favela durante 2 meses, y todos los días oía tiros de ametralladoras”. El productor Marcos Tellechea relataba otro episodio en el que “un día las fuerzas especiales de la policía entraron en la favela, rápido tuvimos que recoger las cámaras que habíamos montado en el tejado, escondernos, tumbarnos en el suelo, e inmediatamente comenzó un intercambio de tiros de armas pesadas que duró 40 minutos”. El director también relataba que en la película “he incluido imágenes rodadas con mi iPhone durante una operación policial en la que murieron tres personas”. Magalhaes exclamaba que “casi todos los días muere gente allí y eso no es noticia. Incluso hay un joven que participó en este proyecto y que, por falta de oportunidades, después entró en el tráfico de drogas y ha fallecido hace 2 semanas. El estado no entra allí, es un lugar olvidado, o más que olvidado, es un lugar que nunca ha sido recordado”.
El guionista también reconocía que “la comunidad abrazó el proyecto, nos abrieron sus casas. Era complicado filmar en la favela porque está viva 24 horas al día y no es un lugar precisamente silencioso, pero tuvimos el apoyo de personas que viven allí y que nos ayudaron a controlar todo ese movimiento”. Paxton decía orgulloso: “la comunidad participó en todo: en el guión, en la historia, en la figuración,… muchos actores viven en la favela, empezando por la propia Cassia. Cada departamento de la película contrató a dos o tres personas de la comunidad, muchas de las cuales siguen trabajando hoy en día en la industria del cine, de la TV o de la publicidad. No habría habido manera de que pudiéramos haber rodado allí si no hubiésemos contado con el apoyo y la colaboración de la comunidad”. Para el productor Tellechea además “era importante buscar esa autenticidad en todos los departamentos. Llegamos a contratar a más de 200 personas de la comunidad”.
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